¿Cuál es tu relación emocional con la comida?

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¿Te has dado cuenta que hay ocasiones en las que el estrés, la tristeza o preocupación te llevan a comer compulsivamente hasta sentir alivio? Lo malo de esto no es tanto comer en exceso, sino que esto se nos comience a hacer un hábito y que cada que sintamos alguna de estas emociones nuestra mejor respuesta sea comer.

Por si no lo sabes, lo que comes, cómo lo comes, cada cuando lo comes y en qué cantidades lo comes está muy ligado al estado emocional en el que te encuentras, ya que la comida tiende a satisfacer nuestras necesidades emocionales, es aquí cuando comenzamos a tener una relación emocional con la comida.

La psicoterapeuta gestalt, Marisol Santillán, explica que, desde niños, nuestra relación emocional con la comida comienza, ya que la asociamos con las emociones, porque este se empieza a mezclar con el amor desde que mamá nos alimenta, se asocia con los abrazos, al apapacho de mamá y, a partir de ahí, comenzamos a hacer un vínculo, por lo que la usamos para usar sentirnos mejor ante una dificultad o para castigarnos.

¿Por qué tenemos deseo de comer?

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La respuesta más obvia podría resultar que por hambre, pero la realidad es que la mayoría de las veces no sólo es por eso. Comer es un acto físico necesario, pero el deseo de comer puede estar influenciado por muchas causas y la mayoría de estas son emocionales, ya que buscamos canalizar la emoción que provoca la ansiedad o frustración a través de ese acto, lo que nos hace pensar que en realidad tenemos hambre.

El reflejo de esto viene desde el simple acto de seleccionar los alimentos que consumirás, en el cual influye el hambre, el apetito o antojo, ingresos económicos y la disponibilidad del alimento, y si a esto le sumamos el hecho de que las emociones, el estado de animo y la sensación de estrés o ansiedad también influyen, terminamos ingiriendo los peores alimentos que nos encontramos.

Esto se debe a que después de ingerir estos alimentos tu cerebro secreta varias sustancias poderosas que producen placer, como la dopamina, así que, a

partir de ese momento, tu cerebro buscará cualquier pretexto para seguirlo ingiriendo, es más con el simple hecho de imaginarlo tu cerebro tendrá una sensación placentera. El problema de “consentirse” no es comer lo que se quiera o cesa, sino que cuando estos son consumidos para evadir sensaciones; todos, por lo menos una vez en la vida, hemos comido cuando nos sentimos tristes, angustiados o estresados.

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Pero, así como refugiarse en la comida es malo, restringirse también lo es, sobre todo para aquellas personas que buscan bajar de peso, esto nunca podrá realizarse de manera correcta si antes no se atiende la relación emocional que se tiene con la comida.

Las relaciones insanas con la comida no son exclusivas de las personas con sobrepeso, ya que el exceso de cuidado tampoco es sano, contar calorías todo el tiempo, sentirte culpable de lo que comiste, dejar de comer o darte cuenta que cuando te sientes solo, aburrido o triste lo primero a lo que recurres es la comida, son síntomas clave de una mala relación emocional con la comida.

Para enfrentar esto, lo primero que se debe de hacer primero es reconectarse con el cuerpo, aprender a aceptarlo y aprender a diferenciar el hambre estomacal de la emocional. La primera se siente en el estómago y suele acompañarse de imágenes de comida la segunda no se siente ahí y se experimenta con angustia o inquietud, explicado más explícitamente, es cuando no puedes estar sin hacer nada y a fuerza sientes que debes hacer algo y lo más fácil siempre resulta comer.

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Cuando una persona que quiere bajar de peso ha aprendido a reconciliarse con su cuerpo y la comida, la gente, en automático, adelgaza, ya que realmente comienzan a buscar salud y no felicidad a través de la comida, ya que no se trata de qué comes, sino de cómo te lo estás comiendo. Incluso, una persona delgada con miedo a subir de peso, cuando se reconcilia con su cuerpo y la comida, puede ingerir cualquier alimento y este no generarle ningún trauma, tampoco subirla de peso.

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